Me educaron para ser el más común de los mortales. Lo tengo muy claro. Me educaron para hacer todo como los demás, sin salirme de la raya al pintar, dando al cielo el color azul y a las caras el color carne de plastidecor.

En primer lugar, quiero dejar muy claro que siento un profundo respeto por la mayoría de profesores que he conocido, antes como alumno y ahora como padre de alumnos. He visto como la mayoría de ellos han hecho lo imposible por sacar adelante a sus alumnos, para enseñarles lo mejor que saben.

Pero también he visto la frustración en sus ojos, cuando han tenido que seguir un plan de estudios impuesto por un sistema educativo totalmente anacrónico y cambiante, condicionado a los “líderes” que gobiernan este país.

Un tipo de educación que se forjó para construir futuros obreros, en una era industrial que va desapareciendo pero con una sombra alargada que hoy todavía oscurece cualquier atisbo de creatividad.

Nuestro sistema educativo está basado en la era industrial y ya no sirve para el mundo actual. Mientras las tecnologías y los sistemas de comunicación cambian a ritmo de infarto, los gobiernos y las grandes empresas parecen empeñarse en avanzar a paso de tortuga.

Hoy, con casi cuarenta y dos años, me pregunto de qué me sirvió a mi aprender a hacer raíces cuadradas, a aprenderme los ríos de España, o a memorizar fechas de acontecimientos históricos.

¿Algún aprendizaje de este tipo me ha sido útil para enfrentarme a problemas reales de mi vida?

Actualmente vivimos en la era de la información, donde con un pequeño movimiento de dedos podemos tener acceso a cualquier dato que nos interese. Y yo me pregunto entonces; ¿qué sentido tuvo memorizar tantos datos en mi infancia?

Hoy ya no recuerdo los datos que memoricé cuando era un joven alumno, tampoco recuerdo que se me enseñase nada acerca de temas que hoy sí considero importantes y necesarios:

• Inteligencia emocional
• Inteligencia financiera
• Gestión del tiempo
• Gestión del miedo
• Relaciones de calidad con otras personas
• Aprender a hablar en público

Estas sí son cosas que hoy necesito aprender y que no se me enseñó en el cole. No me enseñaron las herramientas necesarias para enfrentarme a problemas reales de la vida. Ha sido la propia experiencia la que me ha enseñado algo de alguna de estas materias, pero habría preferido que este conocimiento hubiera llegado más pronto.

Porque hay una gran diferencia al tipo de respuesta que yo le doy a mi hija cuando me pregunta por el futuro, al tipo de respuesta que a mi me dieron mis padres. Yo hoy tengo la suerte de poder decir a mi hija que, en el futuro, debe dedicarse a aquello que más le guste, cuando a mi me dijeron que buscase una profesión “con salida”.

Con todo esto no digo que los niños no deban aprender nada de lo que hoy se enseña en las escuelas, en absoluto. Pero sí creo que debería potenciarse todo aquello que hoy sólo pueden hacer los seres humanos, y que es aquello que todavía nos diferencia de una máquina.

Lo que pueda hacer una máquina, antes o después, terminará haciéndolo sólo una máquina.

En algunos casos, llegó un momento en el que empezamos a cuestionarnos nuestro estilo de vida y trabajo. Algunos lo llaman la crisis de los cuarenta, yo lo llamo “el momento que me dí cuenta que quería vivir mi propia vida”. 

¿Qué tal si nuestros hijos aprenden en el cole lo que nosotros estamos aprendiendo a base de tortazos?

Cuando la palabra “fracaso” mató a nuestra creatividad

Crecí en una cultura en la que se condenaba el fracaso. No te dejaban perder ni en una carrera con cuatro amiguetes. Y si jamás puedes permitirte fallar, terminarás por no arriesgarte nunca.

En el pasado, si un niño mostraba interés por la música y no se le daban bien las matemáticas, se le ponía un profesor de refuerzo para matemáticas y aquello que le apasionaba, en este caso la música, quedaba relegado a un segundo plano.

¡Cuánto talento habrá quedado en la cuneta por esta falta de sensibilidad!

Me hicieron creer que hacer lo mismo que los demás era el camino a seguir para ser feliz. Para ingresar una nómina cada mes, casarme, comprar un coche, tener hijos, hipotecarme en una o dos viviendas y jubilarme para poder sentarme en un banco a darle de comer a las palomas.

El sistema del control

Alguien que recibió una educación basada en el miedo a arriesgar, a vivir conforme lo establecido, sin plantearse ser feliz en su trabajo, es alguien totalmente controlable. Es una persona que creció bajó la política del miedo y que aún cree ser afortunado por vivir en un sistema que parece cuidar de él. 

A esa persona se le puede vender productos financieros de todo tipo, trabajará en empresas donde se valore más el presentismo que la productividad y “se le obligará” a votar a aquellos partidos que conserven ese tipo de sistema, tan y tan anclado en el pasado.

No te conformes

Si a ti también te educaron para ser el más común de los mortales, pero has sabido reaccionar y ser consciente de ello, mi consejo es que no te conformes.

Deja de llevarte por la corriente y sé proactivo. Dentro de lo posible, vive conforme tus creencias e ilusiones, haz lo que sea necesario. Y dile a tu hijo que es alguien excepcional y que el mundo está esperando recibir su talento.

No tengas miedo a dejar de ser el más común de los mortales.

Este artículo se basa en uno de los capítulos de mi libro «Tu Vida Contigo,¿preparado para autogobernarte?»(2015).

Anuncio publicitario