«Emprendedor», cómo se nos llena la boca de emoción con sólo pronunciar esa palabra que hoy sustituye a la olvidada «empresario».

Aunque, para ser sincero, cuando escucho aquello de «empresario», me viene a la cabeza la imagen de un señor con traje y corbata, y eso no es lo que yo veo en mi espejo.

Y qué bonito es el emprendimiento cuando lees libros , sigues en redes sociales a emprendedores y escuchas podcasts de personas triunfantes en sus propias empresas.

¡Qué bonito todo lo que es idílico porque todavía no se ha materializado!

Este muy tardío post viene por un maldito pensamiento que me persigue los últimos dos meses: «¿Y si emprender no fuera tan maravilloso como yo mismo me lo había vendido?».

¿Quizá hubiera sido mejor haber aceptado un trabajo como empleado en lugar de haberme embarcado en esta travesía por el desierto de los autónomos?

¿Qué pasa cuando pasas de la teoría a la práctica? ¿Se parece en algo la acción a la teoría? ¿Emprender es tan maravilloso y agradecido?

Uno puede leer un libro sobre natación y después tirarse al agua porque cree que ya sabe nadar. Y ese valiente, quizá flote o quizá no, pero es seguro que nadar, lo que se dice nadar, no nadará mucho.

Yo me empapé de toda la teoría que pude antes de emprender. De hecho me pasaba el día escuchando podcasts , leyendo libros, devorando blogs y viendo vídeos en YouTube. Todo sobre emprendimiento , marca personal y motivación personal.

Todo ello para prepararme para el día en el que decidiera emprender.

Lo aprendido después de cuatro meses ejerciendo como autónomo, es que poco o nada se parece la teoría a la práctica. Debo confesar que muy pocas cosas están pasando como las imaginé.

Porque una cosa es leer sobre optimización del tiempo y otra es ver cómo le faltan horas al día. Es cuando te reconoces como un hombre orquesta, tocando muchos platillos a la vez e intentando rascar un acorde digno a la guitarra.

Porque parece que uno ha entrado en el mundo de Mordor cuando oye hablar de pagos a 30, 60 o incluso 120 días 😨 «¿Es que no me vas a pagar justo cuando te pase la factura?»

Porque de entre todo lo que leí y escuché,  no encontré una sola palabra sobre aquello de adelantar un IVA que no he cobrado. ¿Y si luego a mi no me lo pagan?

Porque tu salud se resiente. «Carlos, estás estresado «, me dice mi médico cuando acudo después de dos semanas con molestias en el abdomen.

Y ya no, ahora ya no leo sobre emprender, no escucho podcasts, ni meriendo blogs. Ya no ando con teorías porque las mejores lecciones las estoy recibiendo del día a día. «Caminante no hay camino, se hace camino al andar» , Machado.

Pero de todo eso, que puede parecer malo sólo he podido llegar a un conclusión y es la misma idea que tenía antes de emprender. Esa conclusión es que siento que he nacido para esto.

Que a pesar de todo lo que no parece tan bueno, siento que esta vida está hecha para mi. Y pienso cómo pude estar tanto tiempo trabajando en una empresa con fichaje al minuto a través de huella dactilar.

Y hoy, una vez más, me he levantado entusiasmado. Sólo con la ilusión de saber que este día sin duda será diferente al de ayer. Porque cuando uno emprende no tiene dos días iguales y eso, para un ateo practicante como yo, es una bendición.

Porque hoy ya concilio mi vida familiar y profesional como me da la gana. Y eso no tiene precio. Para mi tiene más valor que una nómina igual a final de mes, una silla en una mesa durante diez años o un office donde criticar al jefe.


Emprender es como la primera vez que tomas una tónica. Esa imagen atractiva con las burbujas y el limón no se corresponde con el sabor que más tarde llega al paladar.

Pero, ¿sabéis qué? A mi me encanta la tónica…

 

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