¿Cuántas mentiras nos hemos podido llegar a contar a lo largo de nuestra vida?,¿cuántas veces nos hemos dicho que algo era imposible?,¿en cuantas ocasiones no hemos intentado hacer algo nuevo porque previamente pensamos que no podríamos conseguirlo?

Confieso que este artículo lo he escrito a modo de auto-terapia. Las últimas semanas he pasado por unos días en los que había perdido motivación profesional. Una desidia en la que estaba cayendo y que me estaba hundiendo en un mar de victimismo. Un victimismo paralizante.

Saliendo de este pequeño bache anímico, creo oportuno hablar hoy de lo que significa sentirse una víctima sin serlo realmente. Hablemos hoy de lo cómodo que puede resultar caer en el victimismo y de cómo puede llegar a convertirse en nuestra zona de confort.

Tus límites los pones tú, no te quepa duda de ello. Cuando piensas que no puedes hacer algo es porque tú has introducido esa idea en tu cabeza.

Nuestras acciones son el resultado de nuestras creencias más profundas. Cuando creemos que no somos capaces de cumplir con un cometido, tarea o reto es porque nuestro «yo»  más profundo manda ese mensaje al cerebro, más rápido que una bala.

Es muy cómodo vivir bajo la premisa de pensar que todo es imposible. Es imposible que esa persona se fije en mí, es imposible que me acepten para este trabajo, es imposible ganar más dinero, es imposible adelgazar, es imposible poner toda la compra en el carro antes de que la cajera termine de contar. Todo es imposible.

Todos esos «imposibles», aunque parezcan detestables, forman parte de lo que es nuestra «zona de confort». Es muy sencillo, cuando creemos que algo es imposible, dejamos de preocuparnos por la manera en que podríamos conseguirlo. Nos desactivamos y dejamos de buscar una solución. Si algo es imposible, ¿para qué voy a intentarlo?

Victimismo, un lugar donde –contrariamente al discurso popular- no se está nada mal, porque te permite relajarte y dejar tu destino en las manos de los demás. Es más fácil vivir discutiendo durante veinte años con tu pareja que tener el valor de abandonarla, es más fácil malgastar tu profesionalidad en una empresa con la que no compartes ideales que dar el paso al autoempleo, es mucho más fácil enfadarse en el bar de tu barrio que hacer una queja formal en el ayuntamiento.

Lo fácil es cómodo, y el victimismo siempre va de la mano de la comodidad.

Cuando te victimizas estás delegando tus responsabilidades a algo externo a tu persona. Tu felicidad la dejas en manos de lo bien que te puedan cuidar los demás, tu economía en manos de un boleto de lotería que nunca toca y tu futuro profesional a la deriva, dentro de una corporación que ni siquiera tú comprarías si tuvieras el capital suficiente para hacerlo.

El victimismo deforma tu realidad, te muestra lo que sucede ante ti de manera distorsionada, para que tú puedas decir que todo lo bueno y todo lo malo que te pasa es ajeno a ti, por eso tú no tienes la culpa de nada de lo que suceda en tu vida.

Un victimista se tumba a descansar sobre el colchón del lamento y la queja. ¡Se está tan bien tumbado! Desde el victimismo, te sientas a esperar a que alguien se acerque a interesarse por ti. ¿Qué te pasa guap@?,¿estás triste?

Victimizarse es una táctica que pretende llamar la atención de los demás, desde el victimismo queremos que otros nos perciban como desgraciados, mal tratados por un inmerecido destino que nos castiga sin ninguna piedad.

A veces, podemos tener la sensación de que todo el universo se ha confabulado para hacernos el más desgraciado de los mortales.

Todo parece ser culpa del gobierno, de Alá o de la película mala que vimos la noche pasada. Todo el universo parece haberse confabulado para hacernos desgraciados, victimas de un mundo más que injusto.

Desde el victimismo desaparece la auto crítica. Si nada es culpa tuya, nada deberás cambiar de tu manera de ser. ¿Cómo hacer mejorar a alguien que está exento de culpa de lo que le ocurre?, parece imposible. Desde el victimismo, nada en ti es mejorable o reprochable, nada ha salido bien o mal por tu culpa así que no debes intentar cambiar.


Ahora tú eliges cómo vivir tu vida. Puedes hacerlo desde el victimismo o desde la responsabilidad que supone este gran reto que es vivir. No es fácil decisión, piénsalo bien, ¿te sientas en el sofá o te bajas al fango conmigo?