Son sólo dos letras, una sola “n” unida a una desamparada “o” que juntas forman esa pequeña palabra tan importante y necesaria en nuestras vidas, pero que tanto nos cuesta pronunciar.

Hoy vengo hablaros de asertividad, o lo que es lo mismo; de la importancia de decir “no”.

Tratar este tema a mí me afecta particularmente ya que, durante demasiado tiempo, fui incapaz de decir “no”.

Hoy puedo ver con claridad que aquel medio era el resultado de mi empeño por intentar agradar a todo el mundo, hasta el punto de sacrificar mis propios deseos y necesidades.

Mis respuestas más comunes a todo tipo de propuestas de aquellos tiempos eran frases del tipo: “como tú quieras”, “vale” o “hacemos lo que todo el mundo diga”. Cualquier tipo de sumisa réplica antes que decir que no.

Mi necesidad de ser aceptado era más fuerte que la fidelidad a mis principios, que por cierto, cada vez se encontraban más diluidos.

Mis decisiones eran tomadas desde el miedo, un miedo irracional a ser expulsado de mi círculo social de amigos o de mi trabajo.

Mi intento por agradar a los demás no hizo mas que generar una gran insatisfacción personal que me convirtió en un tipo lleno de miedos e inseguridades contra las que todavía hoy debo luchar de tanto en tanto.

“Hay que decir que NO a mil cosas para estar seguro de que no te estás equivocando o intentas abarcar demasiado”, (Steve Jobs).

Al decir que sí a todo, al no negarnos a nada, es inevitable tomar partido en actividades en las que no queremos participar y que terminarán creándonos malestar, ahogándonos en un mar en el que nunca quisimos navegar.

Porque accediendo a todo aquello que se nos plantea, estamos haciendo oídos sordos a nuestra propia voluntad, lo que nos llevará de cabeza a un estado de sumisión y negación de nuestra propia persona.

Y no, no debemos olvidar quienes somos y qué queremos.

Lo primero que hay que tener claro es que decir “no” no es una alternativa, es un derecho que todos deberíamos tener.

Aprender a decir que no es la manera de tomar el control de nuestra vida. Decir “no” establece límites, refuerza la seguridad en nosotros mismos y nos transforma en personas más justas con nosotros mismos y con nuestro entorno social.

Introducir el “no” en nuestro vocabulario no nos convierte en personas egoístas, que ignoran las  necesidades del prójimo, sino en gente que busca un equilibrio entre acceder a todo y negarse a cualquier cosa.

El “no” defiende nuestra postura, nuestro derecho a decidir, sin intención de ofender o de ser arrogante.

Debemos olvidar el miedo y la sensación de culpabilidad que puede producirse al negarnos a una demanda determinada.

El miedo hay que superarlo de la única manera posible, afrontando la situación que nos asusta.

El sentimiento de culpa desaparecerá siempre que tengamos claro nuestros fundamentos, así es como podremos decir que no con una base clara del porqué, lo que incrementará nuestra seguridad a la hora de tomar decisiones.

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Cuando valoremos con calma nuestras razones, alcanzaremos el poder de decir “no” y dejar de sentirnos mal por ello. Tomando cada decisión en base a nuestras convicciones, no dejará lugar para la culpa, ya que habremos actuado a razón de nuestro propio convencimiento.

Se puede decir “no” también a tu jefe

Francamente pienso que decir que no en el trabajo resulta bastante más complicado de lo que puede ser en nuestra vida personal.

Actualmente no vivimos en un mercado laboral demasiado esperanzador, por lo que negarse a realizar tareas dentro de nuestra empresa puede infundir cierto temor a ser despedidos.

Vivir con miedo, lo peor que un trabajador puede experimentar. Aún así, necesitas utilizar el “no”. Si no lo haces, terminarás por cargarte de compromisos difíciles de cumplir, lo que te causará el inevitable estrés que este tipo de situaciones conlleva.

Además corres el riesgo de ser etiquetado como “el empleado para todo”, aquel que dice a todo que sí, sin importar la carga de trabajo y los plazos de tiempo.

Dile a tu jefe “no”, siendo educado y coherente. No te pierdas en excesivas justificaciones del por qué no puedes hacerte cargo del trabajo que te está pidiendo.

Mantente firme y argumenta la razón por la que es mejor no participar en ese proyecto o encargo. Con frecuencia, dar demasiadas explicaciones y mostrarse inseguro no es del agrado de los jefes, que perciben estos gestos como muestra de sumisión y debilidad.

Di “no” siempre que sientas que debes hacerlo, sólo debes juntar una “n” con una “o” y disfrutar de los cambios que se sucederán a partir de que decidas incorporar a tu lenguaje esa, corta pero muy poderosa, palabra.

Este post va dedicado a mi amiga Maite.

Imágenes: Pixabay