¿Eres de los que todavía tiene un horario fijo?, ¿entras cada día a la misma hora?, ¿comes siempre en la misma franja horaria?, ¿debes cuadrar los minutos en una maliciosa máquina de fichar?, ¿además haces todo esto en una oficina? Si es así quizá estés de acuerdo con el título de este artículo.

En España continuamos siguiendo la amarga estela que dejó marcada en el cielo La Revolución Industrial. Para que una fábrica funcione necesita de la presencia de todos los trabajadores en horarios establecidos, todos trabajando a la misma hora y al mismo tiempo.

La introducción de un horario fijo dijo a nuestros abuelos cuándo era tiempo de trabajar y cuándo de disfrutar de su vida personal. Esa filosofía del trabajo es la que aún se arrastra en la mayoría de puestos actuales dentro de las empresas.

Una oficina no es una fábrica.

Este tipo de horario fijo, de separación entre vida laboral y personal sigue siendo la tontería más grande que existe hoy en día en los trabajos de oficina. Salvo alguna excepción, gran parte de las tareas desarrolladas en una oficina no requiere de la presencia de todo el personal, trabajando a las mismas horas.

Actualmente, disponemos de la tecnología suficiente como para poder desempeñar la mayoría de trabajos de este tipo en cualquier lugar y a cualquier hora del día. Entonces, ¿por qué se empeñan las compañías en seguir manteniendo sus horarios fijos?

Mi opinión personal es porque no saben gestionar a su personal en función de la obtención de resultados y porque, además, necesitan tener a sus trabajadores en un lugar donde puedan estar controlados, como sucede en las fábricas. Ese tipo de control es el que necesitan los jefes, esas personas que tienen colaboradores a su cargo pero que no son líderes.

Vida laboral y vida personal.

Separar la vida laboral de la vida personal es algo contractual, no natural. Cada vez notamos que esta división es más difícil de llevar. La mayoría de trámites personales deben realizarse por la mañana y para ello necesitamos pedir permiso en el trabajo o, lo que es peor, pedir horas o días de fiestas para poder realizarlos.

En cambio, si tenemos mucho trabajo en nuestra oficina solemos salir más tarde de la hora de salida , por mucho que hayamos cumplido con los objetivos que se nos exigían. Cada vez hay más gente que se lleva trabajo a casa cuando no ha podido terminarlo en horas de oficina, quebrantando la ley sagrada de separación de vida laboral y personal.

Nuestro cerebro es incapaz de separar nuestra vida laboral de la personal, por mucho que nosotros queramos conseguirlo.

Mientras estamos en oficina realizamos llamadas personales, contestamos a los mensajes de Whatsapp y hacemos “likes” en las publicaciones de nuestros amigos. Nuestra mente lo está pasando mal con esta situación que vivimos hace años los que trabajamos en oficinas.

¿Cómo se concilia vida laboral y vida personal?

La solución para conciliar nuestras dos vidas es simple; tener una sólo vida donde nuestra productividad (laboral y personal) esté integrada. Aquí no sirve aquello de “divide y vencerás”, porque no podemos partirnos en dos mitades.

No tenemos dos vidas, tenemos una que debe cumplir con todas sus obligaciones personales y profesionales. Al final todo es trabajo, lo mismo es hacer una llamada telefónica para pedir hora al médico que llamar a un proveedor para hacer una reclamación. Diseñar una web de empresa o el blog del AFA del colegio de nuestro hijo, doblar la ropa de casa o doblar los planos de nuestra ingeniería.

Somos la misma persona haciendo trabajos de diferente tipo. Lo único que cambia son los fines de cada trabajo.

Aquel que trabaja en una oficina sabe de sobras que un horario fijo de oficina es algo obsoleto, prehistórico, que no beneficia a la productividad de un trabajador sino a reforzar la idea de que somos peones de fábrica que deben “hacer horas” en lugar de cumplir objetivos. Así nos va.