La naturaleza nos regaló una serie de rasgos y cualidades que son parte esencial de nosotros y de nuestro comportamiento. Aunque debemos estar agradecidos de haber recibido este valioso regalo no tenemos por qué conformarnos sólo con aquello con lo que vinimos a este mundo.

Está en nuestra mano provocar el aprendizaje de nuevas habilidades que, aunque no sean innatas, nos resultarán tanto o más útiles que aquellas con las que nacimos.

Nuestra genética debe ser el punto de partida, una piedra que debe transformarse en escultura. Del mismo modo, nuestro cerebro es como un coche de serie que puede ser mejorado con el fin de ampliar sus prestaciones para así conseguir mejores resultados.

Todo lo que aportemos a nuestro cerebro será valioso ya que éste es un órgano que fue programado para sufrir cambios constantes.

Esta capacidad para el cambio es lo que los neurocientíficos definen como plasticidad cerebral.

Está en nuestra mano mejorar nuestro cerebro, pero quizá no sepamos cómo.

Antiguamente, la estimulación cerebral pasaba por ser una cruel práctica ya que se hacía de manera invasiva, utilizando crueles prácticas como descargas eléctricas o se sometía  a los individuos a largos periodos de inmovilización por medio de camisas de fuerza.

Por fortuna, estas malditas prácticas hace tiempo que ya pasaron a la historia.

Actualmente ya se conocen métodos de estimulación cerebral que no implican el sufrimiento de la persona.

Estimular nuestro cerebro de forma sana pasar por ponerlo a trabajar y por ejercitarlo para que funcione mejor.

Es un músculo más de nuestro cuerpo que, a base de ejercicio, podemos fortalecer para que crezca y se desarrolle.

El ejercicio cognitivo es la práctica de estimulo adecuada para que nuestro cerebro se transforme en una herramienta más eficaz.

El secreto para conseguirlo es someternos a actividades que no hemos realizado con anterioridad y que no controlamos, desafiando a nuestro mente con nuevas prácticas que terminen por ser retos, una serie de obstáculos que deba librar.

La función cerebral está en todas las habilidades cotidianas que ejecutamos a diario, así que adquirir un nuevo hobby, que suponga cierto esfuerzo por nuestra parte, es una buena idea para ampliar nuestro desarrollo mental.

Si se nos da fatal bailar lo más adecuado es que nos apuntemos a clase de baile.

Hoy ya sabemos que, a lo largo de la vida, a lo largo del desarrollo y luego a medida que vamos envejeciendo, el cerebro se va transformando.

La eficacia de los mecanismos de plasticidad va cambiando pero esto no es necesariamente malo.

Hay un pensamiento extendido de que envejecer repercute negativamente en nuestro cerebro pero no es del todo cierto.

Lo que ocurre al envejecer es que perdemos la capacidad para asociar cosas muy cercanas y que afectan a la memoria concreta.

La gente mayor es proclive a olvidar el nombre de las personas o el lugar donde dejó las llaves.

Esta memoria, que sabemos que perdemos al hacemos mayores, va asociada a un aumento de la capacidad de ver relaciones más distantes entre las cosas.

Al envejecer perdemos la asociación directa de las partes de algo para concentrarnos en el conjunto de las partes. Se acentúa una percepción global de la realidad y acorta la distancia entre el pensamiento y la emoción, lo que termina por convertir a los ancianos en personas más desinhibidas.

La gente mayor es capaz de activar circuitos cerebrales que se encuentran dormidos durante la juventud.

Los ancianos desarrollan un sistema que es capaz de integrar emoción y pensamiento más ágil, convirtiéndose así en personas con una mente más rica.

Esta mezcla de emociones y pensamiento es lo que siempre hemos reconocido como la sabiduría de los ancianos.

Los budistas ponen todo su empeño en trabajar a favor del amor universal, a favor de intereses mundiales que van más allá de sus propios intereses o de sus seres más cercanos.

Se olvidan de su propia persona en favor del cuidado de los demás. Esta filosofía permite a los monjes mezclar el pensamiento con la emoción.

Esto es muy diferente a como pensamos en el mundo occidental, donde gozamos de una manera de razonar mucho más egoísta, una manera de proceder que muchos años atrás nos decía que un intelectual debía mantener su corazón a cierta distancia de su mente para que su corazón no nublase la claridad de su pensamiento.

Como si la emoción y la razón debieran estar siempre enfrentadas.

Mantener nuestro cerebro sano debe convertirse en un hábito tan importante o tan común como el entrenamiento de nuestro cuerpo. Es algo sumamente importante, un hecho que puede que descubramos demasiado tarde.

Debemos obligarnos a desarrollar estrategias que nos permitan mantener nuestro cerebro sano y en forma. Actualmente seguimos viviendo en idea equivocada de que trataremos las enfermedades mentales derivadas del envejecimiento cuando estas aparezcan en los individuos, es lo mismo que si confiásemos nuestra salud a un juego de azar.

Debemos meditar sobre lo importante que resulta la prevención de este tipo de enfermedades.

El lema debería ser: “prevenir, no curar”.

Cabe preguntarse si hoy se están poniendo políticas de prevención para enfermedades mentales.

Es cierto que las personas vamos siendo más conscientes de esta realidad que, de momento, no parece importar demasiado a los políticos que nos gobiernan. Las políticas de sanidad actuales se centran mucho en la curación pero muy poco en la prevención y por tanto en la investigación de las enfermedades relacionadas con nuestro cerebro.

Se debe imponer un cambio de mentalidad en relación al poder de nuestra mente, un cambio conceptual que enfatice la necesidad de estar preocupados por un aprendizaje cognitivo.

Pasar a una nueva táctica que nos conduzca a un mayor rendimiento cerebral, gracias al cual estaremos más conectados con el mundo externo, lo que beneficiará también a nuestra comunicación interna.

Debemos apreciar como se merece, el impacto que la mente ejerce sobre el cuerpo y el cuerpo sobre la mente.

En nuestra cultura occidental nos ha costado demasiados años darnos cuenta de que gozar de un cerebro en forma es tanto o más importante que el ejercicio de nuestro cuerpo.

Inspiración para este post: «Redes para la Ciencia»(Plasticidad Cerebral).

Imagen: Pixabay

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