Me encontré un día en una extraña situación. Llegué a casa y tenía que enviar un correo electrónico. Me había quedado sin batería en el móvil así que pensé en mandar el correo desde el portátil que tengo en casa.

Cuando accedí a él, descubrí que también estaba sin batería, así que busque el cargador en un cajón. Cuando abrí el cajón un caos apareció ante mis ojos; cargadores de diferentes dispositivos enredados entre sí,  llaves sueltas sin saber a qué puerta pertenecen,  catálogos de propaganda, etc. ¡Un caos!

Una vez conseguí alimentar el ordenador y encenderlo, este tardó un buen rato en arrancar. De nuevo otro caos;  la unidad abarrotada de diferentes archivos (películas, fotos, archivos temporales,…) que disminuían el rendimiento del equipo.

No os exagero si os digo que pasó más de media hora desde que entre por la puerta de casa hasta que conseguí mandar el correo electrónico, que por cierto, era de trabajo.

Ese día sufrí un momento de ansiedad considerable, ese día empecé a interesarme por una palabreja que había escuchado pero que todavía no sabía muy bien qué era; el minimalismo.

Necesitar lo que tienes

“Todo lo que tengo es todo lo que necesito”. O dicho de otro modo: “Lo que compro  y guardo es porque tiene un uso cotidiano en mi vida”.

Porque son objetos imprescindibles para cubrir mis necesidades de mi día a día.

Hay una regla de oro si quieres acercarte un poquito más a una vida minimalista: deshazte de aquello que no hayas utilizado durante el último año. Véndelo, regálalo, dónalo, pero no te quedes con él.

Los objetos que no usamos y acumulamos por toda la casa nos roban energía, cada vez que te encuentras con ellos piensas “¿qué hace esto aquí todavía?” y eso te hace menos libre.

Desear lo que necesitas

Ser minimalista no significa conformarse con menos de lo que necesitas, sino tener y desear aquello que sea imprescindible para el normal funcionamiento de tu vida.

Que los objetos que vivan contigo sean realmente necesarios. No todo el mundo necesita un ordenador hoy en día, ¿dónde está escrito? Quizá tampoco sea necesario tener un televisor en cada habitación de tu casa.

El número de cosas que uno pueda tener dependerá siempre del contexto de cada persona. No es lo mismo una persona soltera y sin hijos, que alguien que vive en familia con dos o tres hijos.

Puedes ser minimalista teniendo todo lo que necesitas y eso no será contradictorio. Dejarás de serlo si acumulas cosas que realmente no son necesarias en tu vida.

¿Podrías vivir sin una Tablet? Quizá sí y quizá no. Si la respuesta es «sí», deshazte de ella, si la respuesta es «no» guárdala y cuídala porque tu dinero te habrá costado.

Todas esas cosas que olvidamos en los cajones, los archivos que ocupan espacio en la memoria de tu ordenador, las apps que descargaste y que no utilizas,…todo eso es causante de un estrés diario sobre el que no solemos reparar pero que ahí está.

Y nos crean estrés porque son cosas que vemos y que no tenemos tiempo de usarlas, nos generan culpa porque recordamos lo que costaron, porque son objetos que ocupan espacio en casa sin ser utilizados.

El minimalismo no es una guerra contra el capitalismo, es una guerra contra el consumismo sin control. Todos consumimos, obviamente, pero no todos lo hacemos de la misma manera.

Basta con analizar los carros de supermercado un sábado por la mañana, mientras unos los llenan hasta no poder más, otros salen con dos bolsas de lo que consideran esencial.

Cuando nuestra felicidad se basa en adquirir cuantas más cosas mejor, las cosas dejan de estar bajo nuestro control. Ya no son herramientas que trabajen para nosotros sino todo lo contrario.

Terminamos por trabajar nosotros para ellas; para mantenerlas, preservarlas, y guardadas en los cajones de nuestra casa…y no poder mandar un correo electrónico con calma cuando llegas a casa.